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La calle Xipreret, el emblemático corazón de L'Hospitalet

1518, cuando el baile se convirtió en una epidemia

Baile popular
En verano, el calor y el buen tiempo invita a la gente a salir a la calle y disfrutar de las noches cortas y los largos días. Es en esta época del año cuando las verbenas y fiestas de barrios, pueblos y ciudades se reproducen por doquier, no faltando en ninguna de ellas la música de fiesta -ya sea en directo o en lata- que invita a todo el mundo a bailar al ritmo que se toca. Ritmo que directamente se te lleva los pies en el momento en que los efectos inhibidores del alcohol hacen su efecto (ver 1518, cuando el baile se convirtió en una epidemia). A quien no guste de este tipo de manifestaciones de asueto social, tanta proliferación de gente bailando por todos lados puede llegar a molestar e, incluso, a verla como si fuera una auténtica plaga. No obstante, si hubiera vivido a principios del s.XVI , posiblemente no habría ido muy desencaminado ya que una fuerza extraña mantuvo bailando noche y día unas 400 personas durante casi dos meses. Estoy hablando de la epidemia -sí, sí, epidemia- de baile de 1518.

Estrasburgo
El siglo XVI, en Centroeuropa, había empezado con mal pie. Las guerras y las plagas de enfermedades de todo tipo azotaban el viejo continente y tenían a los Cuatro Jinetes del Apocalipsis al borde de la extenuación de tantas horas extras que tenían que hacer para satisfacer la demanda de la humanidad. Estrasburgo, la actual capital de la Comunidad Europea, situada en el meollo de Europa, no era una excepción a esta situación, ya que la hambruna golpeaba con fuerza a sus 30.000 habitantes, sobre todo -y como siempre- a los más pobres. En este escenario de hambre y desesperación, en julio de 1518, la señora Troffea (Frau Troffea, para los germanoparlantes) comenzó a bailar descontroladamente y como si estuviera poseída, en medio de la calle sin más ni más.

Plano de Estrasburgo 1572
El hecho de que a un zumbado (o a una zumbada, no hay que ser sexistas) le dé por ponerse a bailar en medio de la calle, no tiene mucho interés más allá del espectáculo callejero más o menos vergonzoso que el interfecto pueda dar, pero cuando el bailecito de marras se prolonga día y noche y, encima, se le va añadiendo gente a la danza, quedando igualmente enganchada, la cosa ya comienza a convertirse en alarmante. Y más, en una sociedad tan religiosa, ignorante y supersticiosa como la de aquel momento.

San Vito
Frau Troffea se estuvo entre 4 y 6 días en danza perenne emulando a Alaska y su "Bailando", pero es que al finalizar la semana ya había 34 personas que, totalmente ajenas a su voluntad y con momentos de alucinaciones, estaban bailando absolutamente dislocadas. La gente de Estrasburgo, viendo el espectáculo -el cual era la noticia de portada en sermones, gacetas y notas oficiales del ayuntamiento-, atribuyó al baile de San Vito la autoría de dicha afección (a pesar de no serlo) y se encomendó a este y a todos los santos habidos y por haber.

Baile de San Vito
Las autoridades imbuidas del temor de la población (ver La desgracia doble de ser un negro blanco), llamó a doctores en medicina y en religión para dar un diagnóstico, los cuales llegaron a la misma conclusión que había llegado la gente: era el baile de San Vito, y como tal, reparador y sanador, por lo que en el momento que el afectado hubiese hecho limpieza espiritual, este pararía finalmente. O lo que es lo mismo, que en plena paranoia supersticiosa y, encomendándose al inquieto San Vito, las autoridades no solo no pararon el baile, sino que pusieron un escenario, una orquesta y bailarines profesionales para acompañar la cada vez más numerosa comitiva bailonga. Fue echar gasolina al fuego.

Casi dos meses bailando en Estrasburgo
El paroxismo danzante no amainaba, y si acaso paraba era porque el o la danzante había muerto por un ataque al corazón, derrames cerebrales, inanición o, directamente, por fatiga después de estar días o semanas sin parar de bailar. No fue hasta principios de septiembre de aquel año que, llegando al summum de unas 400 personas bailando como posesas, la epidemia empezó a remitir... más que nada porque los bailarines iban cayendo como moscas, claro.

Bailaban hasta morir
No se sabe qué fue lo que lo provocó, porque el estudio de las numerosas fuentes documentales que lo atestiguan no dan una única razón clara. Sin embargo, los estudiosos creen mayoritariamente que tal fervor danzarín se debió a la superposición de diversos elementos de origen psiquiátrico que acabaron por desembocar en este insólito episodio de histeria colectiva. La desesperación psicológica por la situación social del momento, junto a una excesiva y supersticiosa fe en los santos, además de las fiebres provenientes de la hambruna que se estaba sufriendo, serían los ingredientes de un cóctel molotov perfecto que explotó en forma de enfermizo baile público.

Después de esta epidemia de baile (la cual se dio también en siglos anteriores en Centroeuropa, pero mucho peor documentadas), no se ha vuelto a tener conocimiento de ninguna otra que tuviera el baile como protagonista masivo. Los expertos apuntan que ello fue debido a que Estrasburgo se convirtió en pocos años al protestantismo -rama cristiana que no cree en los santos- por lo que el factor de superstición santurrona que influyó en todos estos sucesos anteriores ya no volvería a producirse. Asimismo, el advenimiento de la Edad Moderna, mucho más abierta y racional que la Edad Media ayudaría a que la gente, a pesar de pasarlo igual de mal, al menos tuviera recursos psicológicos para no caer en el foso de la histeria colectiva.

O si no, que se lo digan a los coreanos del norte cuando se murió Kim Jong Il.


3 mujeres afectadas por la epidemia (Hondius 1564)

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